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sábado, 17 de octubre de 2015




¡AY PALOMA BLANCA!

Yo te conocí un dia,
cuando Dios hizo un forado en el cielo,
puesto un sayal de nácar
y cinta añil, colgando de tu pelo;
sutil mirada blanca,
brillaba de tus grandes ojos negros.

Estaba encinta santa
de mi madre, muy dentro de su pecho,
mis manitas sujetando una liana
con suaves  labios, haciendo puchero.
Eran manitas castas
de las cuales, tengo leve recuerdo,
desde ahi, yo me hallaba
adormecida, enviándote mis besos.

Y una paloma blanca
quiso traerte volando del cielo,
tú, ni acaso soñabas
que yo,  ya te esperaba,
con los brazos abiertos.

Y hoy dices que ... ¡¿Te marchas?!
¡Siento que desespero!
Al hundirse sin piedad la vil daga
del cruel alejamiento.
El olvido amenaza
con romperse en mi pecho,
y se abre mi pobre alma
con púas de lamento.
¡Incrustaciones crueles me desangran!
¡Y yo siento que muero!
¡No quiero que te vayas!
¡Ten piedad de mi ruego!
¡¿Qué fue de mi ave blanca?!
que me dijo ¡Te quiero!
¡¡Qué de mi entrega casta?!
que te di, en juramento,
¡Puse el corazón en una canasta!
¡Para que lo llevaras cual lucero!
Y en las alabastrinas madrugadas
¡Ardió en el aire, con llamas de fuego!

¡Ay mi paloma blanca!
¡Tanto volar, para que me hagas esto!


Beatriz Vicentelo 26.9.2015
Derechos Reservados 

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